Esta siguiente plantilla se que les será de gran utilidad (sala cuna), permitirá que sus apoderados se sientas aún más confiados del cuidado que se les entrega a sus hijos en el jardín infantil.
Saludos
Siempre Educadora.
... Hace unas semanas atrás me di cuenta que siempre a nuestro alrededor encontraremos un millón de información. Navegando por internet conocí muchos blogs relacionados con la Educación Preescolar,los que se han convertido en una herramienta de trabajo y una inspiración para la creación de este nuevo blog, y que al igual que los otros espero que éste les sea de gran ayuda, tanto para educadoras, padres y por supuesto a todos los niños y niñas de este planeta llamado tierra...
Al nacer, todos los órganos de sus bebés –el corazón, los pulmones, los riñones– están completamente desarrollados. Sólo son de menor tamaño que los órganos de los adultos. Con una sola excepción: el cerebro.
¿Podrían imaginarse vivir en un país en que cada casa tiene teléfono, pero sólo algunos de ellos cuentan con cables para conectarlos? El sistema telefónico no funcionaría. Esta situación es similar al cerebro de sus hijos al nacer. ¡Entre la sexta semana y el quinto mes de embarazo, en el cerebro de un bebé se desarrollan aproximadamente 100 mil millones de células cerebrales! Algunas de estas células cerebrales se encuentran conectadas al nacer, pero la mayoría no lo está. Precisamente, durante los primeros cinco años de vida, el cerebro infantil hace un gran esfuerzo para establecer dichas conexiones cerebrales.
En los primeros tres años el cerebro habrá hecho muchas más conexiones de las que necesitará en toda la vida. Tal como cuando ustedes le cortan las ramas a un árbol para que se fortalezcan las raíces, el cerebro elimina las conexiones que no se usan con regularidad. Esta eliminación de las conexiones inutilizadas continúa de tal forma que sólo se mantienen las conexiones importantes.
Los científicos han concluido que hay períodos en los que ciertas partes del cerebro pueden incorporar formación nueva con mayor facilidad que en otros. Estos períodos son llamados las
oportunidades existentes y se conciben como “puertas” que se abren durante los primeros años de vida y luego se cierran completamente. Por ejemplo, las conexiones cerebrales para poder ver deben tener lugar durante los primeros tres o cuatro meses de vida de todo niño. Si no tienen lugar durante este tiempo, se pierden para siempre. Lo que significa que, en dicho caso, el niño nunca podrá ver.Por ejemplo, los primeros cinco años constituyen el “tiempo óptimo” para adquirir el lenguaje. Sin embargo, esto, no quiere decir que los niños aprendan todo lo que se requiere sobre el lenguaje en dichos cinco años, ya que el aprendizaje continúa teniendo lugar durante toda la vida. Aunque el completo crecimiento y desarrollo del cerebro infantil requiere de unos 15-20 años, es más fácil aprender en ciertos momentos que en otros.
Lo más importante para ustedes es saber que ¡realmente se puede hacer una diferencia para estimular el cerebro de los pequeños! Al hablarles o leerles a sus hijos, jugar con ellos, cantarles, tocarlos y nutrirlos con alimentos saludables y amor, ustedes están “nutriendo” ese fundamental órgano: el cerebro.
Fuente: Cómo estimular el cerebro infantil, una guía para padres de familia (Diane Trister Dodge - Cate Heroman)
Morder es una conducta que algunos niños en edades comprendidas de 1 a 3 años presentan. Existen diferentes razones de porque lo hacen, pero en cualquier caso es necesario enseñarles desde el primer momento las consecuencias que acarrea el morder.
Para poder comprender este problema debemos entender porqué los niños muerden.
Los bebés emplean su boca para explorar, aprender y también para relacionarse. Es una de las partes de su cuerpo que se encuentran más desarrollada. En ocasiones con la dentición necesitan calmar sus encías con lo cual muchas veces muerden porque carecen de autodominio y actúan impulsivamente.
En el caso de niños de 1 a 3 años las razones son diferentes. A esta edad comienzan a socializar, a relacionarse con sus coetáneos, pero aún no poseen un lenguaje ni tienen las habilidades suficientes para comunicarse. Morder es una manera de conseguir un juguete o llamar la atención. También lo hacen cuando están nerviosos o se sienten frustrados: ante situaciones nuevas, la llegada de un hermanito, el ingreso al jardín de infancia… Otros niños sencillamente muerden por imitación.
En edad preescolar la conducta de morder suele desaparecer. A estas edades los niños ya comienzan a tener habilidades de comunicación que permiten la convivencia con sus compañeros. Un niño que muerde frecuentemente en esta etapa puede estar presentando problemas emocionales.
Lo primero que hay que hacer es observar cuando y porque está conducta aparece. Cuando un niño muerde siempre debemos transmitirle que la agresión no es aceptada. Debemos intervenir con rapidez, pero con calma y mostrarle nuestra desaprobación. Hay que explicarle que “no se puede hacer daño” mirándole a los ojos. Si el niño esta jugando debe separarse de la actividad (dos minutos son suficientes), si quiere continuar jugando con los demás tendrá que parar de morder. También es aconsejable que tenga una conducta reparadora: ayudarle a curar al amigo, darle un beso, pedirle disculpas…
Prohibir una conducta no significa que el pequeño entienda cual es la conducta acertada. A los niños hay que servirles ejemplos a seguir; por ejemplo mostrarles nuevas formas de relación, utilizar el lenguaje, esperar turnos, pedir prestado, acariciar a sus amigos…
Cuando el niño exhiba conductas positivas (pedir permiso para coger el juguete de otro niño, por ejemplo) debemos elogiarle, valorarles cuando estén jugando de manera “pacífica” con otros pequeños.
Nunca debemos responder con la misma acción: morder a un niño que muerde es un gran error. Cuando son muy pequeños no pueden relacionar el dolor que sienten con el que causan cuando muerden a los demás. No utilices la violencia ni la humillación para erradicar el comportamiento. Dialoga, háblale con firmeza y coherencia manteniendo siempre la calidad del vínculo afectivo.
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