lunes, 31 de agosto de 2009

Artículo... "SER PADRES"

Ser Padres

por Mónica Sulecio de Álvarez - Licenciada en Educación
Artículo extraido desde
www.depadresahijos.org

¿Qué es ser padre? ¡Vaya si no es una pregunta profunda! Ser padre o ser madre de un niño o una niña menor de seis años es ser una persona especial elegida para amar, para sembrar y cultivar, para formar y para liderar.


Elegir ser padre o madre de familia es la decisión más seria y sagrada que en su momento toma un ser humano. Se trata de asumir la responsabilidad de ayudar a un nuevo ser a desarrollarse hasta el máximo de su potencial para convertirlo en un adulto pleno, realizado con su vida, que comparta con la sociedad las virtudes que forjó en la infancia y que sea, a su vez, formador y líder de sus propios hijos, si llega a tenerlos.


Padres y madres necesitan corresponder al amor incondicional que sienten sus hijos por ellos desde el vientre materno. El amor infantil es puro y no pone condiciones; para que continúe así, la correspondencia de los padres es indispensable. Amarlos porque sí, porque sencillamente son sus hijos, no por lo que hacen o dejan de hacer; tampoco por sus triunfos y hazañas ni mucho menos por su belleza física. Amarlos porque sus hijos son seres especiales que les fueron entregados para que pudieran volcar en ellos todo el amor del que puede ser capaz un ser humano. Hay que dejar que los hijos sientan el amor de sus padres; no hay mejor motivador para un niño o una niña que sentirse amado/a. Estar seguro/a del amor de su padre y su madre le da fuerza para afrontar los retos diarios y esforzarse por alcanzar límites más lejanos. Además, al demostrar su amor, los padres también están enseñando a amar. Por natural que parezca este sentimiento, a amar también se aprende.


Padres y madres realizan una delicada y en extremovaliosa labor de cultivo, pues los frutos que cosechan no son perecederos sino que trascienden en el tiempo y el espacio. En los primeros años, padres y madres necesitan dedicar todo su tiempo y esfuerzo a sembrar en sus hijos valores recios. Cual dedicados horticultores, necesitan regar diariamente las semillas con delicadeza, paciencia, amor y esmero; al aparecer los primeros brotes, retirar la mala hierba y abonar tiernamente para lograr tallos fuertes y los más suculentos frutos. Del tiempo que se dedique a esta tarea, dependerá la calidad de la vida de los miembros de la familia y los hijos que se formen. Los padres y las madres son cultivadores de hombres y mujeres con valores.


Padres y madres también son formadores; aún desde antes de nacer, educan continuamente a sus hijos sobre las pautas de comportamiento para la convivencia, así como sobre la comunicación de sus ideas y sus sentimientos. En los primeros años, padres y madres enriquecen la cultura de sus hijos, promueven oportunidades de aprendizaje, les ayudan a descubrir el mundo y sus emociones, juegan con ellos, se asombran junto a ellos de las maravillas de la naturaleza, construyen puentes para que logren conectar los conocimientos adquiridos y se esmeran por que todo lo que perciban sus hijos les sirva para construir actitudes y comportamientos positivos. Ordenan el mundo para sus hijos y son eficaces mediadores entre las situaciones cotidianas y la particular capacidad de comprensión de sus hijos.


Como buenos líderes, padres y madres dirigen a su familia apoyándose en las fortalezas de sus miembros y permitiendo la participación de todos en la toma de decisiones. Enseñan a sus hijos a vivir en democracia al escuchar y respetar sus opiniones, aún en las más tiernas edades. Modelan hábitos, actitudes, comportamientos y manifestaciones afectivas. Comunican estrategias efectivas de resolución de problemas y se ganan la confianza, el respeto, la admiración y el reconocimiento como líderes por parte de sus hijos, al vivir en congruencia con los valores de la familia. Admiten sus errores si se equivocan y buscan la forma de enmendarlos a tiempo.


Los padres y las madres son el sostén de la sociedad: de ellos depende la prosperidad de su comunidad, su nación y la humanidad completa. De su delicada función depende el bienestar de las generaciones futuras, no sólo el de los hijos que hayan criado sino el de quienes interactúen con sus hijos. Su aporte a la humanidad es inestimable, por lo que quien quiera llamarse madre o padre, necesita valorar y respetar esta importante misión y decidir entregarse a ella plenamente.




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